El fútbol argentino ha cambiado mucho, pero algunas cosas siguen igual: los pases de figuras entre clubes grandes siguen siendo considerados una traición. La novela actual la protagoniza Maximiliano Salas, delantero de Racing, por quien River está dispuesto a pagar más de 8 millones de dólares, rompiendo un tácito pacto de no agresión entre los grandes del país. La posible llegada del ex All Boys al equipo de Núñez desató tensiones en Racing, generando malestar en la dirigencia y en su gente.
Aunque parezca un fenómeno reciente, la historia está llena de episodios similares. En 1931, Francisco Varallo dejó Gimnasia para jugar en Boca y fue tan cuestionado que tuvo que mudarse a Buenos Aires para evitar represalias. Décadas más tarde, en 1965, los hinchas de Huracán reaccionaron con furia cuando su ídolo Alberto Rendo pasó a San Lorenzo. Incluso hubo violencia frente a la funeraria del presidente del club.
En 1950, el legendario José Manuel Moreno, símbolo de River, llegó a Boca con 35 años y generó revuelo, aunque su edad ayudó a apaciguar las críticas. Lo mismo ocurrió con Rinaldo Martino, que pasó de ser ídolo en San Lorenzo a jugar sus últimos años en Boca. También sorprendió el trueque en 1965 entre Miguel Ángel Mori (Independiente) y José Omar Pastoriza (Racing), que terminó beneficiando a ambos equipos.
Uno de los casos más recordados ocurrió en 1985, cuando Ricardo Gareca y Oscar Ruggeri, surgidos en Boca, pasaron a River. El pase generó un escándalo que incluso obligó a la intervención de Julio Grondona. A cambio, el club de Núñez entregó a Carlos Tapia, el Vasco Olarticoechea y una suma de dinero. A los hinchas de Boca nunca se les fue el enojo.
Hoy, River va por Salas. Y aunque los tiempos, la plata y los contratos hayan cambiado, las pasiones siguen intactas. Las reglas no escritas aún pesan, y cada traspaso polémico entre grandes es una nueva versión de una historia que se repite desde hace casi un siglo.