La salida de Marcos Rojo de Boca parece inminente y no podría estar más cargada de tensión. El defensor, marginado por decisión de Miguel Ángel Russo durante todo el Mundial de Clubes, decidió no regresar a la Argentina con el plantel y permanecer en Estados Unidos junto a su familia. La decisión busca acelerar su desvinculación del club, con el que mantiene contrato hasta diciembre.
Aunque su salida era previsible, la forma sorprendió puertas adentro. Rojo ya se despidió del grupo y no tiene intenciones de presentarse en Ezeiza, como esperaba la dirigencia para resolver su situación de manera formal. El conflicto, que se venía gestando hace semanas, terminó de estallar con su ausencia total en los partidos del torneo, incluso cuando se lesionó Ayrton Costa y se esperaba que sumara minutos.
La relación con Russo está rota. Aunque el técnico intentó desmentir diferencias públicas antes del duelo ante Auckland City, se supo que hubo un fuerte cruce y que el defensor dejó el vestuario antes de tiempo tras la eliminación, en un nuevo gesto que cayó mal tanto en el cuerpo técnico como en la cúpula dirigencial encabezada por Riquelme.
El malestar no es nuevo. Rojo ya venía arrastrando roces internos y episodios de indisciplina que generaron ruido, como su ausencia a un entrenamiento antes del cruce ante Independiente. A pesar de un buen arranque de año bajo la conducción de Fernando Gago, con Russo perdió protagonismo y nunca logró recuperar su lugar.
Rojo cierra su etapa en Boca con 118 partidos y cuatro títulos, en un ciclo marcado por altibajos y lesiones. Su salida parece cuestión de días, aunque lo que resta definir es cómo se producirá: Boca espera una desvinculación ordenada, mientras el jugador ya tomó otro camino.