La eliminación temprana de River en el Mundial de Clubes dejó al descubierto los serios problemas estructurales del equipo de Marcelo Gallardo. Sin eficacia ofensiva ni solidez colectiva, el conjunto millonario no logró superar la fase de grupos, siendo superado por Monterrey en un cruce clave y dependiendo de resultados que nunca llegaron.
El rendimiento volvió a quedar lejos de las expectativas. River no sólo fue incapaz de competir contra el Inter de Italia, algo entendible por la diferencia de jerarquía, sino que también mostró limitaciones preocupantes ante equipos como Urawa Red Diamonds y Rayados, a quienes estaba obligado a vencer. La falta de gol y la escasa generación ofensiva se convirtieron en una constante a lo largo del torneo.
Las ausencias por lesión, como la de Sebastián Driussi, expusieron aún más la fragilidad de un plantel con desequilibrio entre líneas y escasas alternativas de peso. El ingreso forzado de juveniles sin rodaje y un banco de suplentes sin jerarquía marcaron el pulso de un River que, pese a su historia, quedó muy lejos de la elite.
A casi un año de su regreso, el nuevo ciclo de Gallardo está bajo análisis. Más allá de algunas victorias en superclásicos, los resultados internacionales han sido esquivos y los fracasos se acumulan. Ni la eliminación ante Platense en Copa Argentina, ni la derrota en la final frente a Talleres, ni este traspié en Estados Unidos son hechos aislados: reflejan un presente preocupante.
El desafío inmediato es claro: reconstruir un equipo competitivo para la Copa Libertadores. La dirigencia deberá tomar decisiones firmes, oxigenar un plantel desgastado y acompañar al entrenador en la búsqueda de soluciones reales.