Volcaron camino a Bahía Cracker, quedaron a su suerte y los salvó la caña de pescar

Un padre y su hijo fueron a pescar, se accidentaron con el auto, no tenían señal y tuvieron que ingeniárselas con lo que tenían a mano. Estaban lastimados a un lado del camino. Una camioneta pasó de largo y los dejó tirados. Casi pierden toda esperanza. ¿Cómo hicieron para regresar a casa?

Parece mentira que una caña de pescar pueda hacer milagros. Pero hay hechos que demuestran que a veces los milagros existen.

Un padre y su hijo fueron a pescar este viernes, a las 11.30 horas, rumbo a Bahía Cracker, en el Golfo Nuevo, volcaron con el auto y quedaron heridos a un costado del camino. Ni siquiera tenían señal de teléfono para pedir ayuda.

Los hombres estaban tirados al lado del auto, un Chevrolet destruido, cuando vieron pasar a una mujer a bordo de una camioneta y le hicieron señas para que los socorriera.

El Chevrolet, comentaron a Jornada Web, mordió un montículo de tierra y dio cuatro tumbos en el aire. No se mataron de milagro.

En medio de la nada, vieron que pasaba una mujer en camioneta y recuperaron la esperanza de que iban a volver a casa.

La esperanza les duró poco a los pescadores que hacían señales desesperados. La mujer, que suponen que venía de una estancia, siguió de largo y ambos quedaron solos librados a su suerte.

Padre e hijo, invadidos por la desesperación, sabían que se tenían el uno al otro, no contaban con nadie más. Estaban ahí varados a unos 80 kilómetros de Bahía Cracker. Era una cuestión de supervivencia.

Juntaron las pocas fuerzas que les quedaban y caminaron en busca de señal para llamar por teléfono a un familiar.

A pesar de que probaron de todas las formas posibles, no había manera de tener señal. Estaban perdidos. Hasta que a uno de ellos se le ocurrió la genial idea.
Escribieron el mensaje de auxilio en el Whatsapp, colocaron el teléfono en la caña, la elevaron al cielo y al escuchar el sonido inconfundible tuvieron la certeza de que se había enviado.

El otro hijo llegó a rescatarlos con la camioneta y los remolcó hasta la casa.

Padre e hijo hoy tienen la suerte de poder contarlo.

Aun así nadie les saca de la cabeza el mal trago de estar tirados y que una camioneta pase de largo.