Río de Janeiro vive horas de conmoción tras un megaoperativo policial que dejó al menos 64 muertos —entre ellos cuatro policías— y más de 80 detenidos en los complejos de Alemão y Penha, en la zona norte de la ciudad.
El operativo, denominado “Contención”, fue ordenado por el gobernador de Río de Janeiro, Cláudio Castro, y tenía como objetivo desarticular al Comando Vermelho, una de las organizaciones criminales más poderosas de Brasil.
Sin embargo, la magnitud de la violencia desatada provocó una fuerte reacción social y la intervención de organismos de derechos humanos.
Vecinos de las favelas denunciaron tiroteos prolongados, allanamientos violentos y la presencia de cuerpos en las calles, mientras las autoridades locales intentan restablecer el orden. Testigos aseguran que muchas escuelas y comercios permanecen cerrados por temor a nuevos enfrentamientos.
Desde Ginebra, la ONU expresó su preocupación y pidió a Brasil garantizar el respeto a los derechos humanos. Por su parte, el gobierno federal de Luiz Inácio Lula da Silva convocó a una reunión de emergencia con las autoridades de Río para analizar la situación.
Aunque las cifras oficiales hablan de 64 víctimas fatales, fuentes extraoficiales estiman que los muertos podrían superar los 150. El periodista Marcelo Claudio, radicado en Brasil, advirtió que “en varias zonas de las favelas aún se están encontrando cadáveres”.
La tragedia dejó al descubierto la crisis de seguridad y la violencia estructural que atraviesan las comunidades de Río, donde los enfrentamientos entre las fuerzas del Estado y las organizaciones criminales se repiten con dramática frecuencia
